jueves, 18 de febrero de 2016

EL AVIADOR

Sin saber nada de aviones
y pretendiendo volar
se le vino a dar la cosa
cuando se acercó al hangar.

El debut lo hizo de un saque.
Le metió para adelante
y sin pensarlo dos veces
se mandó un vuelo rasante.

Cuando consiguió el brevet,
tras pocas horas de vuelo,
era difícil hallarlo
con los dos pies en el suelo.

Y así, volando… volando…
con maquinaria caduca,
perdió brújula una noche
y terminó de la nuca.

Y al igual que el Principito,
hoy vive en otro planeta,
no quedando rastro alguno
ni de él ni de su avioneta.

                                      Luis Alposta

Del reportaje a Acho Estol, realizado por Cristian Vitale en Página 12, el 30 de Junio de 2012
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/3-25690-2012-06-30.html
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–Y el tema “El aviador”, de Luis Alposta,  Ud. lo musicalizó en clave de cumbia...?

–Me lo mandó él y me dijo que era una metáfora del paco, de un pibe que se iba a la mierda con la droga, y se me ocurrió que tenía que ser una cumbia tipo Wawancó. Cuando le mandé el mail diciéndole eso, me contestó que había sido íntimo amigo de Los Wawancó y me empezó a mandar fotos suyas con ellos. ¡Había estado directamente dentro de la formación! Y, sí, le gustó mucho. Pensé que iba a tener algún recelo con el tema de la cumbia, pero lo subestimé, porque es un moderno absoluto. Todos aprendemos como locos de él.
Ver: ACERCA DE LOS WAWANCÓ
"El aviador" (2008) - Letra: Luis Alposta - Música: Acho Estol - Canta: Acho Estol


jueves, 4 de febrero de 2016

LA PARCA EN LAS EXPRESIONES POPULARES


             El Diccionario de la Real Academia Española define a la muerte como la “cesación o término de la vida”. Definición ésta coherente por su brevedad, dado que para bien definir a la Parca nada mejor que ser parco.
            Según la mitología griega, la Muerte, lejos de ser la primogénita, es la decimoctava hija del Érebo y la Noche, nieta del Caos y hermana del Sueño, existiendo entre estos dos hermanos, Sueño y Muerte, la misma diferencia que existe entre una coma y un punto final.


Ilustración de José Guadalupe Posada

              Ya desde aquellos tiempos en que los dioses entretejían intrigas en el Olimpo para combatir el aburrimiento de la inmortalidad, el hombre no ha dejado de recurrir a todo tipo de eufemismos para nombrar a la muerte. De ahí estos lunfardismos: “la guadaña”, “la huesuda”, “la ñata”, “la pálida”, “la pelada”…
           Y si hablamos del “acto” de morir: escatarespicharpincharsonarfinirpalmarcreparentregar el rosquete, cagar fuegoestirar la pata, doblar la servilleta o irse por la rejilla. Lo que puede ocurrir en forma repentina o después de estar jugadorifado, o regalado durante algún tiempo. Hace muchos años, el actor Marcos Caplán, hablándome de alguien que se encontraba en ese trance, me dijo lo siguiente: -¡Dos afeitadas más y lo perdemos!         
           Con respecto a la expresión “cantar para el carnero”, digamos que entre los romanos, el nombre de la cámara mortuoria era “carnarium”, palabra de la cual deriva el “carnaio” italiano y el “karner” alemán. Por lo tanto, el hecho de “cantar pa’l carnero” alude directamente a la fosa y nada tiene que ver con el mamífero rumiante de igual nombre.
            Otra conocida expresión, “sonar como arpa vieja”, adquirirá pleno sentido si transcribimos aquí lo dicho por el alemán Klaus Horngacher, célebre fabricante de arpas:
“Debido a la enorme tensión que ejercen las cuerdas, después de algún tiempo la cubierta de la caja se curva y termina rompiéndose. Por eso, la vida de un arpa no suele sobrepasar los cincuenta años.”

  Pero, por más que le demos distintos nombres, nuestros pensamientos sobre la muerte no dejarán de estar plagados de connotaciones contradictorias.

Para Alfredo Le Pera es la impotencia:

Grabado de José Guadalupe Posada
“Quise abrigarla y más pudo la muerte…”

y también la acechanza:

“… la muerte agazapada marcaba su compás.”

Un fatalismo esperanzado para Discépolo:

“¡Dale nomás! / ¡Dale que va! / ¡Que allá en el horno / nos vamo a encontrar!”

Y el descreimiento en Antonio Podestá:

“Yo quiero morir conmigo / sin confesión y sin Dios, / crucificado en mis penas / como abrazado a un rencor.”

            Un descreimiento, al que podríamos contraponer, sino la convicción, al menos el “por si acaso” del Malevo Muñoz en trance de morir. Cuando le preguntaron a éste si quería recibir al sacerdote, después de pensarlo un rato, contestó: -¡Ma sí! Hacelo pasar. ¡Total no cuesta nada tirarse un lance!

  Ahora, con respecto al cementerio, recordemos que éste es territorio del muerto y no de la muerte, dado que la “quinta” no es propiedad de la “ñata” sino del “ñato”.
            Y ya cerca del punto final, quisiera demorarme en una coma para contarles lo siguiente: Un poeta amigo, después de “salir” de un edema agudo de pulmón, lo primero que hizo fue pedir papel y lápiz para poder terminar un poema sobre la muerte.

            Al tiempo le dediqué este
Anti-epitafio

      Yace aquí quien no yace ni con receta,
     de lo cual a su médico no hago cargo. 
Como tumba reniego de este poeta 
     que por buscar la rima siguió de largo.


"Tango de la luna que yira" - Canta el "Tata" Cedrón
Letra de Luis Alposta - Música de "Tata" Cedrón