jueves, 30 de julio de 2015

ACERCA DE LA PALABRA TRUCHO


La palabra trucho significa apócrifo, falso, algo imitado con intención de engaño, que, por lo general, resulta falto de calidad. Y es, también, algo clandestino, ilegal.
            Se llama así a cualquier objeto o cosa falsa o de mala procedencia. Al automóvil, por ejemplo, generalmente de alquiler, sin documentación o con documentación falsa. Hay relojes truchos; ropa trucha; jubilaciones truchas.
            En lo que respecta al posible origen de este término, es muy probable que provenga del verbo 'entruchar', que según el Diccionario de la Real Academia Española significa atraer a uno con disimulo y engaño, usando de artificios para meterle en un negocio. Algo que la imaginación del pueblo ha comparado a los artificios que se emplean para pescar truchas. Sería, entonces, un verbo de formación análoga a la de 'engatusar'. Y de entruchar se pasa a entruchada, como cosa hecha por confabulación de algunos con engaño o malicia. La raíz común en todos estos casos estaría en el engaño.
La primera vez que escuché la palabra trucho fue a mediados de la década del 70. Un cambista amigo la utilizaba entonces para referirse a los dólares falsos. 
Después, entre nuevas falsedades, lo trucho fue dejando atrás a la vieja mula, al perro y al fatigado gato por liebre, hasta llegar al colmo de tener su propio representante en el parlamento. Fue cuando hizo su aparición en el Congreso el diputrucho.


"Camouflage" - tango - Música: Enrique Mario Francini - Letra: José García
Orq. de Francini - Pontier - Canta: Raúl Berón

jueves, 23 de julio de 2015

UN POEMA DE ROBBY O´DURNIN


Roberto Patricio O´Durnin
(Buenos Aires - 3 de agosto de 1937 / 24 de julio de 2014)


VOLVERÉ                                                    

                    El amor que les tuve fue por partes iguales.                                                                                          
Volveré.
Reserven un lugar, una luna, una esquina,
un espejo, una copa, un deseo.
Descarten las barajas más pequeñas.
Conserven sólo los momentos buenos.
Retoquen, si es preciso, los rincones.
Inclinen la balanza con el dedo.
Enfunden todas mis melancolías.
Que queden en familia mis recuerdos.

Volveré.
Seguro que en un libro
o escondido en un gesto.
En un encuentro, un brindis, un abrazo.
Volveré en las preguntas de mis nietos.

Volveré.
Cuando se busquen para acariciarme
con sus mejores palabras.
Cuando en la silla de la cabecera
se acomode un fantasma.
Cuando relean mis poemas
a solas y en voz alta.

Volveré en un dolor, una fecha,
en un grito de gol o una lágrima.
  
Volveré. Y les traeré unos tangos una noche,
cuando el tercer alcohol les moje el alma. 

                                               Robby O’Durnin

                          Y UNO DE SUS TANGOS:


"La noche tiene ojos negros" - tango de Robby O'Durnin 
y Miguel Montero - Canta Miguel Montero

jueves, 16 de julio de 2015

ACERCA DE ENRIQUE CADÍCAMO

Aunque sea un lugar común, no puedo dejar de decir que Enrique Cadícamo ha sido el
poeta del tango por antonomasia. Un poeta de dimensión mayúscula en la evolución literaria del tango, de la que formó parte sustancial casi desde su origen.
Presumo que a mucha gente le sucederá lo mismo que a ese burgués gentilhombre de Moliere que hablaba prosa sin saberlo cuando repite la letra de tangos indiscutiblemente populares que le pertenecen y que no relacionan con su autor, tales, “Anclao en París”, “Pompas de jabón”, “La casita de mis viejos”, “Rondando tu esquina”, “Los mareados”, “Nostalgias”, “Por la vuelta” y muchísimos más.
Nacido el 15 de julio de 1900 en la estancia Los Maireles, en el pueblo de Gral. Rodríguez, Enrique Cadícamo nació también para el tango, cuyo período de mayor esplendor vivió desde adentro, siendo simple y auténticamente él, con sus tempranas lecturas, su sabiduría de caminante mundano y su exquisita sensibilidad.
Apenas siete años después de haberse escrito “Mi noche triste”, él se inició con “Pompas” o “Pompas de jabón” y, al decir de Troilo, con este tango debutó ganando. Después, y en poco tiempo, llegó a ser uno de los autores más grabados por Gardel y ya no dejó de generar éxitos, ni de estar presente siempre, y en forma destacada, en el repertorio de todos los cantores que vinieron después, y eso hasta nuestros días.
Dueño de un frondoso prontuario autoral, agreguemos que muchos de sus títulos llegaron a merecer el halago del éxito perdurable y una vigencia inalterable. Una vigencia de casi un siglo, llamada a sobrevivirlo.
            Autor prolífico, podemos decir que Cadícamo cubrió poéticamente todo el espectro temático del tango.

Y aquí dos anécdotas:
Cuando cumplió ochenta años decidió dejar de fumar. Me dijo que lo hacía porque el tabaco “ya no venía como antes”. Y el día que cumplió 99 me leyó por teléfono esta cuarteta que acababa de escribir:
Borrando nombres queridos
la muerte ha pasao su dedo.
Padres y hermanos se han ido
y yo de porfiao me quedo.

"A Enrique Cadícamo"- Letra: Luis Alposta / Música: Aldo Videla
Canta: Aldo Videla



jueves, 9 de julio de 2015

ACERCA DE CELEDONIO FLORES EN VILLA URQUIZA

Portada del libro "Chapaleando barro"
Entre 1919 y 1925 en la calle Donado 2548, en Villa Urquiza, vivió el poeta Celedonio Esteban Flores. 
Me contaba su hermano Manuel que, junto a otros tangos memorables, La mariposa, escrito en aquella época, comenzó a 'volar' en este barrio. Fue también su hermano quien me dijo que “Cele” era parco de palabras, hombre de buen talante, amigo cabal, buen hijo, buen hermano, y que su tango preferido era “Tengo miedo”.
Recordar a este poeta, quien con sus tangos se dio el lujo de debutar en las voces de Gardel y de Rosita Quiroga, es recordar, también, al autor del libro Chapaleando barro.
Tal vez ha sido en uno de aquellos primeros ómnibus que comenzaron a competir con los tranvías, en viaje de Urquiza al centro, que el negro Cele concibió este soneto:

  
    
                                                      GUARDA DE ÓMNIBUS

Pa’ fioca no sirvió, porque una mina
a quien le hizo un laburo deshonesto,
le dio el apuntamento en una esquina
y delante del cana le dio el pesto...

Quiso hacer un scruche y cuando fueron
a’ arreglar la cuestión de la viyuya
te le hicieron un laburo, te le hicieron,
que tuvo que poner menega suya.

Fue pintor, albañil, bandoneonista,
cantor aficionado, fue cloaquista,
batidor, amargado y atorrante...

Hoy requinta una gorra, usa taquito,
se apila a una piolita y pega el grito:
“Se me quieren correr más adelante”. 


"La Mariposa" - tango de Celedonio Flores y Pedro Maffia

jueves, 2 de julio de 2015

ACERCA DE LOS BOTONES

  
Cantón revolucionario (Rev. del Parque) en Talcahuano y Piedad (hoy Mitre)
      S
e dice que la palabra botón adquirió un nuevo significado durante la revolución de 1890. Fue en la mañana del 26 de julio de aquel año. Los revolucionarios junto a Alem, jefe civil del movimiento, estaban instalados en el Parque de Artillería, en Plaza Lavalle.  A muchos de ellos, por no tener uniformes, se les dio boinas blancas  para ser reconocidos.
            Las fuerzas que respondían al gobierno, acantonadas en Plaza Libertad, incluía a vigilantes y bomberos, “que eran en gran parte veteranos cumplidos”. Y éstos, formados en batallones, iniciaron la acción.
            Los cívicos, entonces, dispararon sus “remington” desde los cantones, haciendo puntería sobre los numerosos y dorados botones de los uniformes policiales. La orden era tirar a los botones. Y desde entonces, la palabra botón, con la que se designa al capullo y, también, a la pieza pequeña, generalmente redonda, que se utiliza para abrochar o adornar los vestidos, pasó al lenguaje popular con el significado de vigilante, agente de policía o policía a secas.
            En su acepción lunfarda, esta palabra significa soplón, delator, alcahuete, la que, con el mismo sentido, da origen al aumentativo botonazo y al verbo botonear.

            En cambio, la expresión gauchesca al botón o al divino botón, quiere decir inútilmente, cosa hecha en vano, sin propósito determinado, sin ganancia, al divino cuete, al divino pepe, al ñudo.

"Milonga del 900" de Sebastián Piana y Homero Manzi - Canta: Carlos Gardel