jueves, 28 de febrero de 2013

ACERCA DE LOS CÓDIGOS



Celedonio Flores
Eduardo Zamacois

Me contaba Manuel Flores que, en una oportunidad, su hermano Cele, viajando en colectivo, fue víctima de un carterista. Lo que es para destacar, es que ese mismo día, a la noche, en el restaurante de la Cortada Carabelas, al que el autor de Mano a mano solía concurrir, alguien le hizo llegar su billetera con el contenido intacto.
Y otra: una tarde, en el verano del ‘59, dos ladrones entraron en el domicilio del escritor, ya octogenario, Eduardo Zamacois (que así se debe pronunciar, según él mismo decía, dado su origen catalán), y al no encontrar nada de valor le pidieron que, al menos, los convidara con algo fresco. Imposible. El autor de Memorias de un vagón de ferrocarril, y de cien títulos más, sólo les pudo ofrecer agua de la canilla. Los malvivientes se retiraron sin pronunciar palabra y al día siguiente el novelista recibió, sorprendido, una heladera de regalo.
Y una más. En el poema Para un ganador del adiós, leemos:

Juan Carlos La Madrid
                                      Quedó enganchado en el tiempo
con su cartel de mariano;
siempre de arriba las manos
nunca de mejicaneo.

Ambas anécdotas y estos cuatro versos del poeta Juan Carlos La Madrid, nos retrotraen a un tiempo en el que, aunque las cartas no necesitaran códigos postales; las filiaciones no necesitasen códigos genéticos y el almacenero de la esquina códigos de barra; los chorros, sin dejar de serlo, no perdiendo del todo el contacto con ciertos valores esenciales, conservaban los suyos. 

"Tiempos viejos" - tango de Francisco Canaro y Manuel Romero
Orq. F. Canaro - Canta Charlo