Dr. Alexander Flemming |
Hay palabras que
pueden tener vigencia conservando su sentido originario, y luego de un tiempo
de uso entrar en un cono de olvido para resurgir más tarde con otro u otros
significados. Tal es el caso de la palabra mufa.
Muff, que en alemán significa moho,
hongo, pasó después al italiano transformada en muffa y designando lo mismo.
Ha sido de este idioma que la heredamos y,
desde entonces, la mufa entre nosotros hizo carrera cambiando muchas veces de
sentido.
Placa de Petri
con hongo productor
de Penicilina
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Comenzamos utilizándola no sólo para designar
el moho sino también un cierto estado anímico, un bajón, una depresión poco
marcada. Con este sentido figurado -que tal vez provenga de la asociación de
ideas entre moho y el hecho de enmohecerse- el término mufa se hizo popular.
A partir de 1960, aproximadamente, esta palabra
experimentó un resurgimiento, por variación de significado, pasando a denotar
enojo, malhumor, fastidio; luego comenzó a identificarse con el desgano, el
tedio, el aburrimiento, para, después, terminar haciéndose equivalente de
infortunio, mala suerte. Y en este sentido ha tenido buena suerte. La mufa se
concretó en el mufa y terminó
desplazando al yeta, al jettattore, al fúlmine y al semáforo, lo
cual no es poco mérito.
Y así como el moho dio origen a la palabra
mufa, recordemos que fue también el moho, el llamado Penicillium notatum, la
fuente del primer antibiótico, cuyas propiedades fueron descubiertas en 1928
por Alexander Flemming.
"La mufa" de y por Astor Piazzolla
Concierto en el Philharmonic Hall de New York