lunes, 25 de abril de 2011

ACERCA DE PALABRAS Y AIRES LUNFARDOS EN POESÍA

A la hora de ponerse uno a escribir, mucho más que en la prosapia de las palabras, lo que importa es indagar en el color y el calor que puedan ellas proporcionarnos para lo que se quiere expresar. Es por eso que el lunfardo no es únicamente una cuestión de términos, sino también una cuestión de tono y de intencionalidad. 
Digamos, además, que no se trata de un vocabulario independiente, dado que ya vive dentro de nuestra lengua sirviéndose de su fonética, su sintaxis y buena parte de su léxico. Aparte de su valor críptico o esotérico, preferentemente dentro del ámbito carcelario y delictivo, el lunfardo es, esencialmente, un conjunto de voces de muy diversos orígenes que se introducen en la conversación familiar de todas las clases sociales con fines expresivos, irónicos o humorísticos. 
Se ha dicho que el mecanismo del lenguaje popular es esencialmente metafórico y que “al pueblo, por instinto artístico, le place el uso de palabras con acepción figurada”. De ahí que haya sido precisamente en la poesía donde el lunfardo ha venido a encontrar un mejor destino literario. 
Sé bien que el hecho de “escribir en lunfardo” implica un riesgo. Se puede caer en el puro alarde y en el mero virtuosismo de manejar palabras sacadas de un diccionario, olvidando así que la poesía, como la literatura en general, no es un simple juego de malabares, sino una propuesta de mensaje y comunicación. 
Y sé, también, que es mediante nuestro lenguaje de todos los días -el de entrecasa- que podemos encontrar el valor permanente del mensaje, comunicar lo que creemos importante comunicar y aspirar a que permanezca.

"POEMA NÚMERO CERO" de Luis Alposta y Edmundo Rivero
Canta Edmundo Rivero
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