viernes, 15 de abril de 2011

ACERCA DE SEBASTIÁN PIANA

Decir milonga, es hablar de una tonada popular que se canta al son de una guitarra; es hablar de una música con cierto aire confesional que nos pide una letra conversada. Decir milonga es hablar de una composición musical de ritmo vivo y marcado, emparentada con el tango. Pero, dejando de lado las definiciones del caso, digamos que, entre nosotros, decir milonga es hablar de don Sebastián Piana. Alguien a quien Gardel le grabó, y para siempre, cuatro temas. Alguien que, siendo muy joven, nos demostró que no se trata siempre de la misma milonga, y procedió a su renovación confiriéndole un carácter suburbano. Decir milonga, en este caso, es hablar también de Homero Manzi, y es recordar “Milonga triste” que, sin dejar de ser popular, es música de cámara. Es pensar en el Piana de aquella prolífica época en que componía para el Ballet de Montecarlo inspirándose en la Divina Comedia; y en el Piana que nos dejó su Misa de Gloria.
En lo personal, decir milonga es pensar también en él. Lo conocí en 1963, y desde entonces, hasta el día de su muerte, fuimos cofrades en la Academia Porteña del Lunfardo.
Lo recuerdo claro y preciso hablando sobre la música popular; bondadoso y suave en su trato llano, inspirando siempre un afectuoso respeto. Ejemplo de un carácter moral surgido de una modestia y sencillez propias de un espíritu superior.
Alguna vez le dediqué este Ovillejo:



"Milonga del 900" - canta Carlos Gardel (hacer click sobre la imagen):